A más de dos años del inicio de la contingencia sanitaria por COVID-19 que no ha terminado, la aparición de enfermedades como la viruela del mono o la hepatitis aguda infantil, encienden las alertas no sólo de las autoridades sanitarias globales y de la población en general, sino también de las organizaciones ambientalistas.
Las enfermedades epidémicas, es decir, aquellas de tipo infeccioso que afectan peligrosamente a ciertas áreas geográficas, poseen estrechas relaciones con el medio ambiente; ya que el ecosistema abarca a los organismos vivos, elementos (suelo, agua, aire) e incluso a los desechos, de ahí que, cualquier cambio en el medio ambiente provoca efectos en el desarrollo de este tipo de padecimientos. Es por esto que a enfermedades como la encefalitis equina o la salmonelosis se les cataloga como epidemias originadas en tierra.
“El impacto negativo del COVID-19 en el medio ambiente, puede hacernos más susceptibles al desarrollo de nuevas epidemias. Hoy 6 de cada 10 infecciones son transmitidas de los animales a los humanos y se estima que, en un futuro, 75% de las enfermedades emergentes, también tengan el mismo origen. Por ello, resulta vital promover hábitos higiénicos sustentables, es decir, amigables con la naturaleza” expresó Joel Fragoso, ingeniero en nanotecnología y director de Planta en Éviter, la empresa mexicana pionera en sanitización sustentable.
La huella ecológica del COVID-19
Durante la primera ola de la emergencia sanitaria se usaban diariamente en el mundo 89 millones de cubrebocas y 76 millones de guantes desechables, que han contaminado el aire, agua y tierra.
De igual forma, estudios realizados en Wuhan, y en otras partes del mundo, reportaron que los desechos médicos durante la crisis pudieron fácilmente duplicarse, respecto a los generados en el periodo pre-pandémico. Los cubrebocas y el equipo de protección personal a base de plásticos, son la fuente potencial de la contaminación de fibras micro plásticas en el ambiente, que afectan de manera significativa al ecosistema.
“El Propileno que es usado para la fabricación de cubrebocas N-95, así como el Tyvek de los trajes de bioseguridad, demoran mucho tiempo en degradarse, y al hacerlo liberan dioxinas y elementos tóxicos al medio ambiente. Por ello, el uso de cubrebocas reutilizables que cuenten con mecanismos de barreras física y química de protección, son la solución más segura y sustentable. Un ejemplo de ello son los cubrebocas de Éviter Biomsk, los cuales ofrecen un escudo doble de protección (tejido de composición avanzada que integra la nano molécula), son 100% reutilizables, y amables con el medio ambiente, lo cual brinda un 99% de eficacia en la prevención de contagio de agentes patógenos”, explicó Joel Fragoso.
A su vez, el uso de desinfectantes en áreas industriales, comerciales y residenciales representan un grave riesgo no sólo para el medio ambiente, pues exterminan especies benéficas, lo que provoca un desequilibrio en los ecosistemas; sino porque también provocan afectaciones en la salud de las personas.
“Existe un profundo desconocimiento de los riesgos y alcances de los desinfectantes utilizados masivamente durante este tiempo. El cloro, las sales cuaternarias de amonio (aerosoles), la clorhexidina, entre otras, son sustancias altamente dañinas -incluso cancerígenas-, para el humano y el medio ambiente, pues contaminan con gases tóxicos el aire y los mantos freáticos de manera irreversible”, comentó Fragoso.
Por otro lado, en materia del uso del agua, si bien es difícil establecer el estado de consumo per cápita de los mexicanos durante la pandemia, estimaciones de la Comisión del Agua del Estado de México apuntaron a que tan sólo en esta entidad, éste incrementó 12 veces.
“Pasamos de lavarnos las manos 3 veces al día durante 5 segundos, a un promedio de 10 veces durante al menos 20 segundos. Eso sin contar el consumo de agua para la higiene de alimentos y del hogar, que en esta pandemia también se incrementó”, dijo Joel Fragoso.
El experto apunta que para responder a los retos sanitarios actuales y del futuro, es prioritario poner el cuidado del medio ambiente y el uso de innovaciones científicas seguras en el centro de las decisiones de consumo general que hacemos a diario, pues, así como la pandemia trajo impactos negativos en materia de generación de desechos, también trajo impactos positivos temporales, como la reducción en la movilidad que favoreció significativamente la calidad del aire.
Y añadió que, “usamos erradamente -por hábitos y costumbres- antibacteriales para eliminar virus, desinfectantes que requieren de agua cuando ésta es un elemento escaso. Es urgente que optemos por innovaciones basadas en nanotecnología, que permiten usar soluciones sanitizantes sin dilución y con protección más amplia, prolongada y biodegradable, es decir, que nuestras actividades diarias incurran en una huella ambiental mínima. Hoy la sanitización debe ser un proceso integral sustentable dirigido no sólo a nuestra protección sino a la de nuestro planeta”.