La mayoría de los padecimientos de carácter reumático afectan a los pacientes en los niveles cognitivo, emocional y conductual pueden causar depresión, ansiedad, sentimientos de impotencia y baja autoestima cuando no se recibe tratamiento, lo cual implica un deterioro general en la calidad de vida.
Lo anterior, aunado a que sin tratamiento, el 70% de los pacientes con artritis reumatoide presentan destrucción articular irreversible en el primer año, y entre el 30% y el 40% experimentan incapacidad laboral a los cinco años, mientras que el 50% sufre discapacidad grave a los 10 años de haber recibido el diagnóstico, hacen que el lograr la remisión (control) de la enfermedad, sea una prioridad.
En dicho contexto, es relevante mencionar que 70% de los pacientes con artritis reumatoide de moderada a grave que son tratados no alcanzan la remisión clínica, o una baja actividad de la enfermedad con impacto en su calidad de vida, incluyendo aspectos psicológicos y físicos que trascienden a las esferas familiares, sociales y laborales. De ahí que el 38% de los pacientes con discapacidad funcional ha presentado depresión de moderada a grave, y ésta sea considerada una importante comorbilidad del padecimiento.
Los resultados reportados por los pacientes son una herramienta que se utiliza para evaluar el impacto de la enfermedad, en la calidad de vida (por ejemplo, impacto psicológico, en actividad física). Estos resultados se reportan sin la intervención del médico o de cualquier otra persona, y registran una evaluación global que considera desde la gravedad del dolor, la capacidad funcional, la fatiga y la función física, hasta los comportamientos relacionados como la ansiedad y la depresión.
La doctora Lucía Comellas Kirkerup, especialista en medicina interna y reumatología, enfatiza: “quienes padecen artritis reumatoide necesitan atender la patología con prontitud, el papel que desempeñamos los reumatólogos y la comunicación que tenemos con los pacientes es esencial para determinar el diagnóstico, así como la terapia más adecuada y los resultados de la misma; y es de suma importancia que si el paciente ya se encuentra en tratamiento, que no lo cambie o suspenda a menos que sea por indicación médica, de esa manera podemos lograr la remisión y con ello, que los pacientes desempeñen con normalidad sus actividades al frenar el avance del padecimiento”.
Un artículo publicado por la Sociedad Española de Reumatología en conjunto con el Colegio Mexicano de Reumatología, refiere dicho modelo como un abordaje médico que busca un equilibrio entre las biociencias y los aspectos humanísticos de una patología, es decir, a detectar y tratar los problemas psicológicos y sociales de los pacientes y no concentrarse solo en los físicos, lo que además propicia un diálogo de confianza entre paciente y reumatólogo, en donde la experiencia del primero contribuye a conocer el nivel de su calidad de vida, brindar información de valor para evaluar los resultados del tratamiento y de la atención médica.
Aunque actualmente el tratamiento es crónico se sabe que el sistema inmunológico tiene un papel clave en la inflamación al atacar por error a células sanas. El tratamiento para AR se ha transformado en los últimos años con la introducción de agentes biológicos dirigidos a componentes específicos de la respuesta inmunitaria con eficacia en mejorar los síntomas, frenar o enlentecer la progresión de la enfermedad, mejorando la función física, y por lo tanto, la calidad de vida en pacientes con artritis reumatoide.