Uno de los mayores triunfos de la industria biofarmacéutica en los últimos tiempos, que más ha beneficiado a la humanidad, es el desarrollo en tiempo récord de las vacunas contra la COVID-19, hecho sin precedentes en la historia moderna.
En la presentación del estudio “Sin precedentes. La rápida respuesta de la innovación a la COVID-19 y el papel de la Propiedad Intelectual”, Jennifer Brant, directora general de Innovation Insights y coautora del estudio, informó que las vacunas y tratamientos contra la COVID-19 son el resultado de investigación y desarrollo, asociaciones público-privadas, y muchos años de intenso trabajo e inversión, que fueron posibles gracias al soporte del sistema de Propiedad Intelectual.
El estudio y análisis realizado por Jennifer Brant y su equipo refleja 300 referencias e incluye 120 publicaciones académicas, 100 artículos periodísticos y 15 entrevistas con expertos de la industria farmacéutica. “Estudiamos cómo las soluciones tecnológicas fueron desarrolladas rápidamente en respuesta a la pandemia de la COVID-19, analizando en particular el papel de la Propiedad Intelectual”, indicó la investigadora.
Uno de los aspectos de mayor importancia reflejados a través de este estudio es que sin Propiedad Intelectual, la inversión, cooperación e innovación que llevaron al desarrollo y manufactura de vacunas y tratamientos contra la COVID-19, no hubieran sido posibles en tan corto tiempo.
“Las compañías biofarmacéuticas innovadoras han brindado mejoras que cambian y salvan vidas, incluidos los tratamientos para la COVID-19. El habilitador clave para todo este trabajo e inversión ha sido la Propiedad Intelectual, que ha proporcionado una sólida base para que muchas instituciones y personas trabajen juntas y puedan tomar un nuevo descubrimiento del banco de investigación y, a través de muchos pasos, convertirlo en un tratamiento médico”.
Jennifer Brant aseveró que las empresas innovan principalmente mediante la investigación de nuevos compuestos, que son difíciles y costosos de desarrollar, pero fáciles y baratos de copiar y fabricar.
La investigadora hizo hincapié en que cada fase del desarrollo de fármacos, desde la investigación hasta la fabricación y la distribución, exige una innovación significativa, que es desafiante y costosa. “Las cuantiosas inversiones que se requieren para el desarrollo de un medicamento son riesgosas. Menos del 12% de los medicamentos que iniciaron la Fase 1 de estudios clínicos son finalmente aprobados por la FDA. Tomando en cuenta este hecho, para las empresas es crucial el retorno de inversión para continuar innovando”.
Propiedad Intelectual: rol fundamental en la innovación
Jennifer Brant explicó que la Propiedad Intelectual es esencial para la industria biofarmacéutica, ya que asegura la inversión y posibilita la colaboración científica y logística entre empresas, universidades, instituciones y otros actores, y por lo tanto brinda soporte necesario para impulsar la innovación. “De esta manera es posible que un fármaco llegue a manos del paciente que lo necesita.”
Es posible que un innovador necesite utilizar técnicas patentadas de otras empresas para realizar sus tratamientos; por ejemplo, Pfizer y BioNTech obtuvieron licencias de otras empresas para la tecnología que hace que las vacunas de ARN Mensajero (ARNm) funcionen.
Por estos motivos, la Propiedad Intelectual impulsa la innovación; brinda la oportunidad de cosechar recompensas por nuevos inventos; alienta a personas y empresas a trabajar para crear cosas nuevas y los apoya con la certeza de que sus inversiones están protegidas.
La Propiedad Intelectual en la respuesta a la crisis de la COVID-19
La investigadora indicó que el ejemplo más ilustrativo del impulso a la innovación posibilitado por las leyes de Propiedad Intelectual es la respuesta sin precedentes dada por la industria biofarmacéutica a la pandemia de la COVID-19.
“Fue así como la colaboración y transferencia de tecnología hicieron posible el desarrollo y manufactura de diferentes tipos de vacunas, como las ARN Mensajero de Pfizer/BioNtech y Moderna; las vacunas de vector viral de Oxford/AstraZeneca, Johnson & Johnson, Covidecia y Sputnik V; las vacunas de subunidades de Novavax, y las vacunas de virus atenuado de CoronaVac y Covaxin, así como de tratamientos antivirales y con anticuerpos monoclonales”.
“El éxito dependió de la habilidad de los interesados para proteger las innovaciones que se pusieron sobre la mesa. La protección de la Propiedad Intelectual hizo posible que competidores trabajaran juntos dando seguridad a sus inversiones y claridad a la contribución de cada una de las partes”.
Satisfacer la extraordinaria demanda de vacunas y tratamientos contra la COVID-19 requirió inversiones excepcionales de tiempo y recursos humanos, así como una toma de riesgos sin precedentes. “Dos cosas ayudaron a alentar estos esfuerzos y mitigar algunos de los riesgos que implicaban. En primer lugar, la protección de la Propiedad Intelectual eliminó el riesgo de perder el retorno de la inversión debido a apropiaciones y copias ilegales. En segundo lugar, la financiación del gobierno proporcionó recursos para escalar la producción y los compromisos de compra aseguraron a los innovadores que, en caso de éxito, tendrían un mercado”, ilustró la líder de este estudio.
“Cuando un innovador se involucra en procesos de transferencia voluntaria de tecnología, se basa en la ley y los contratos de secretos comerciales para proteger de la apropiación indebida a la valiosa información que ha patentado. Sin la protección de la ley de secretos comerciales, tendría que ocultar esta información y evitar compartirla. Esto aparentemente es una contradicción, pero lo cierto es que las leyes de secretos comerciales fomentan un mayor intercambio. Más que una barrera, la Propiedad Intelectual es un acelerador de la innovación, en beneficio de los pacientes”, concluyó Jennifer Brant.