La pandemia de COVID-19 interrumpió el progreso logrado en el combate al VIH de las últimas tres décadas. El Fondo Mundial para la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria (Global Fund) estima que la realización de pruebas para detectar el VIH disminuyó en 22% en comparación con los niveles previos a la pandemia, ya que los fondos que antes se destinaban a las pruebas y el tratamiento del VIH se reorientaron para combatir la pandemia.
Datos de ONUSIDA revelan que casi dos millones de adultos y niños de América Latina y el Caribe viven con el VIH. Tan solo en México, se estima que unas 230,000 personas son positivas; y en 2019, se diagnosticó con VIH a alrededor de 17,000 mexicanos.
En este contexto, una de las lecciones aprendidas por el COVID-19 es la importancia de las pruebas, las cuales han sido una línea de defensa en todo el mundo, pero cuyo valor es bien conocido por la comunidad del VIH durante décadas.
Las pruebas y el tratamiento para el VIH han avanzado significativamente. Hoy es posible detectar a una persona durante la fase de infección aguda gracias a la disponibilidad de pruebas diagnósticas rápidas de VIH de cuarta generación, que detectan la infección inicial, lo cual aumenta la posibilidad de que el tratamiento sea eficaz y también reduce la posible transmisión del VIH.
A partir del 2010, a nivel global, las nuevas infecciones de VIH han disminuido en un 31%. De los 37.7 millones de personas estimadas que actualmente viven con el VIH, más de 28.2 millones reciben terapia antirretroviral. Incluso con el aumento significativo de las tasas de pruebas del VIH en las últimas décadas, casi 1 de cada 5 personas todavía no conocen su estado de infección, lo que continúa el ciclo de nuevas infecciones.
Repensar el enfoque de las pruebas del VIH
Hoy tenemos la oportunidad de repensar nuestro enfoque hacia las pruebas diagnósticas de VIH para aumentar y facilitar el acceso. Necesitamos pruebas de diagnóstico más ampliamente disponibles, por fuera de los entornos de atención médica tradicionales.
Las pruebas diagnósticas rápidas permiten a las personas acceder a su información de salud, de manera rápida y precisa, en el momento y lugar en que lo necesiten, sin discriminación, sin estigma. Además, relacionan a las personas con información de su salud en tiempo real y así pueden ayudar a generar cambios de comportamiento que permitan detener las transmisiones, así como el acceso a tratamientos.
Las pruebas diagnósticas rápidas de VIH aumentan la autonomía del paciente, combaten el estigma y pueden ayudar a incrementar la detección general del VIH.
Estandarizar las pruebas de VIH como atención de rutina
Se podría lograr un mayor progreso en el combate al VIH si convirtiéramos las pruebas diagnósticas del VIH en un nuevo estándar. Ser parte de nuestros chequeos de rutina y evaluaciones de salud en el hogar que incluyan una simple prueba de VIH con un pinchazo en el dedo o un hisopo oral. Al igual como las pruebas de diabetes, colesterol y otras.
Actualmente, como resultado del COVID-19, la gente está familiarizada con las pruebas diagnósticas rápidas. Muchos se enteraron de que tenían el virus incluso si no mostraban síntomas o no sabían que estaban expuestos. Ese conocimiento les permitió hacer cuarentena para evitar la propagación del virus o buscar tratamiento temprano.
El mismo razonamiento se aplica para el VIH. Si una persona asintomática se entera de que es portadora del virus, puede modificar su comportamiento para reducir la propagación y buscar un tratamiento que pueda convertirlo en una afección crónica manejable.
Como líder en diagnóstico y enfermedades infecciosas, Abbott tiene una larga trayectoria en avances relacionados con el VIH, incluido el desarrollo del primer análisis de sangre para el VIH aprobado en 1985 por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de los Estados Unidos, y de manera reciente identificó un subtipo del VIH del “Grupo M”.
Al respecto, el Dr. Oscar Guerra, director médico en Abbott explicó que “la compañía desarrolla pruebas que detectan, monitorean y rastrean el VIH. Nos hemos comprometido a hacer que el acceso y la asequibilidad sean fundamentales, haciendo que las tecnologías sean más fáciles de encontrar y usar”.
Décadas de innovación, experiencia y una mayor comprensión de la prevención y el tratamiento del VIH ahora permiten ver el fin de esta epidemia como un objetivo de salud pública realista. Nos hemos acostumbrado a las pruebas periódicas de COVID-19 para protegernos a nosotros mismos y a los demás.
Es hora de hacer lo mismo con el VIH y poner fin a la epidemia de una vez por todas.
Se acortan los tiempos para alcanzar los objetivos globales 2030, para reducir y acabar con el VIH, por lo que debemos actuar con rapidez. Ganar la lucha contra el VIH/SIDA significa trabajar juntos para ampliar el acceso a las pruebas y el tratamiento, incentivar el uso generalizado de las pruebas de detección de manera periódica y trabajar para derribar las barreras del estigma.