Ricardo Berruecos tenía solo 28 años cuando, por primera vez, fue intervenido quirúrgicamente en la rodilla por un desgaste en el cartílago que le ocasionaba intenso dolor y, en ocasiones, incapacidad para caminar. Sin condición clínica preexistente, los médicos veían en su peso corporal (90 kilogramos) y su actividad física las posibles causas de requerir un implante metálico en esa articulación.
La historia de Ricardo es similar a la de alrededor de dos millones de personas a nivel mundial que cada año precisan algún tipo de operación de la articulación, de acuerdo con un informe de la firma Market Scope. Sin embargo, no todas ellas pueden solventar el gasto de este tipo de intervenciones, las cuales llegan a oscilar los 100 mil pesos.
En ese contexto, las investigaciones de ciencia de frontera realizadas en el Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular del Cinvestav, abren un nuevo panorama para reconstruir el tejido del cartílago y en ciertos casos evitar el uso de prótesis metálicas, además de reducir procedimientos altamente invasivos, que es a lo que se limitan la gran mayoría de los tratamientos actuales en las instituciones públicas de salud.
De acuerdo con Arely M. González González y Juan Ernesto Ludert León, graduada e investigador del Cinvestav, respectivamente, el cartílago articular presenta un proceso de reparación casi nulo o más lento, al verse lesionado, en comparación con otros tejidos, por lo que puede desencadenar en una disminución en la calidad de vida de las personas con esta afectación.
Sin embargo, a través de técnicas de ingeniería tisular, los investigadores del Cinvestav proponen el uso de biomateriales en la región lesionada capaces de favorecer la reparación del cartílago con características similares a las que tenía el tejido previo a su lesión.
La investigación, publicada recientemente en la revista científica Polymers, aborda el uso de una combinación de materiales como andamios o soportes colocados en la zona de las lesiones donde las células del cartílago (condrocitos) puedan reproducirse a fin de regenerar el tejido de manera controlada y relativamente rápida.
“Se trata de un trabajo interdisciplinario donde participaron especialistas en materiales del Centro de Investigación Científica de Yucatán, quienes eligieron los polímeros adecuados debido a su rigidez, flexibilidad y la capacidad de ser colonizados por las células. En tanto, en el Cinvestav y en el Laboratorio de Ingeniería Tisular y Medicina Traslacional de la FES Iztacala de la UNAM aportamos en la generación de los andamios e hicimos los modelos biológicos para comprobar el desarrollo adecuado del tejido”, explicó Ludert León.
En la fabricación del andamio emplearon un par de polímeros inocuos en el ambiente clínico; es decir, que no producen alteraciones en el organismo y es posible esterilizarlos previo a su manipulación. El material está compuesto de 80% de polipractolactona (PCL) y el resto de ácido poliláctico co-glicólico (PLGA), ambos materiales aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) estadounidense para su uso en personas.
“Fue importante tener una proporción adecuada de materiales a fin de generar un ambiente idóneo donde los condrocitos se adhirieran y pudieran secretar tanto factores de crecimiento como matriz extracelular, necesarios para reestructurar el tejido, ya que con otros porcentajes empleados no se tuvieron los mismos resultados”, explicó González González.
La investigadora añadió que otra de las propiedades de los materiales es su capacidad de degradarse una vez el proceso de generación del tejido estuviera concluido. En ese sentido, las pruebas realizadas en modelos animales garantizaban la reproducción de nuevo cartílago en 91 días sin presentar, a simple vista, residuos de los polímeros.
De hecho, antes de realizar los estudios en modelos animales, las y los investigadores probaron los materiales en condiciones controladas (in vitro) con células troncales, conocidas popularmente como células madre, de folículos dentales, donde observaron la interacción con el material biológico y comprobaron su inocuidad.
Si bien el grupo de investigación, donde también participaron Raymundo Cruz Perez (Cinvestav) y Raúl Rosales Ibáñez (UNAM), así como el finado investigador Juan Bautista Kouri Flores, califican el material como “prometedor” para atender las lesiones en los cartílagos, reconocen que es necesario continuar con esta línea de estudio a fin de poder realizar, más adelante, pruebas clínicas en personas con daños ocasionados bajo diferentes circunstancias.
Fotografía: Arely M. González González, graduada del Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular del Cinvestav.